“Bebe y baila, ríe y miente, ama, toda la tumultuosa noche, porque mañana habremos de morir”– Dorothy Parker.
Érase una vez una ciudad llamada Nueva York, hace ya mucho tiempo, en los llamados “locos años veinte”, cuando la gente solo quería divertirse, huyendo del miedo a la fugacidad del tiempo y conociendo lo terrible que puede llegar a ser el comportamiento del ser humano.
Esta ciudad tenía una reina, llamada Dorothy Parker.
La reina Parker es querida y veneraba por su inteligencia. Era divertida, original, ocurrente, diferente, única, pero ¡ojo! que su lengua podía ser mordaz y disparaba con bala, no dejaba títere con cabeza.
La reina era sabia y tenía una corte formada por escritores, periodistas, críticos literarios, actores, lo mejorcito de la intelectualidad del momento. Una revista llamada Vanity Fair dictaba lo que estaba de moda, y Dorothy publicaba allí sus relatos y poemas, permitiéndose realizar sus críticas teatrales, divirtiendo y asustando a la vez.
Sin embargo, su vida era tormentosa y la reina estaba triste, no era feliz.
Necesitaba estar continuamente rodeada de sus amigos, buscando siempre estar en el lugar oportuno, donde todo pasa. Porque a Parker le apasionaba escribir y se vaciaba cuando lo hacía, se entregaba. Lo cuenta todo con talento y rebeldía.
Siempre comportándose como una chiquilla traviesa, incluso frívola, envuelta en una espiral de autodestrucción, huyendo de sí misma…la gran, la grandísima Dorothy Parker y su leyenda.
Rodeada de amigos, maridos, amantes, estaba en boca de todos. Todo Nueva York amanecía, después de una noche de fiesta y glamour, repitiendo la frase: “cómo dijo Dorothy Parker…”
Después de la I Guerra Mundial, Parker se reunía en el hotel Algonquin con algunos amigos. En Junio de 1.919, el agente teatral John Toohey organizó una cena de bienvenida con amigos para Alexander Woollcott, crítico de teatro del New York Times, que volvía de la guerra. Fue tan divertido y lo pasaron tan bien que decidieron reunirse periódicamente en el Salón Pérgola del hotel.
Al principio la mesa de tertulias era cuadrada y haciendo un guiño a los caballeros artúricos , decidieron trasladarse al Salón Rosa donde las mesas eran redondas. Inicialmente se hacían llamar La Comisión, como eran servidos por un camarero que se llamaba Luigi, eran La Comisión Luigi. Finalmente eran conocidos como El Círculo Vicioso, la mesa redonda del hotel Algonquin.
Dorothy llegó a vivir allí, en este hotel de la calle 44 Este de la ciudad de Nueva York . En su suite, las fiestas y juergas eran sonadas y en su cama se despertaron muchos amantes.
La escritora abría el camino a una mujer “moderna” que quería tomar las riendas de su vida y de su sexualidad, una mujer libre y alejada de los estereotipos y convencionalismos, alérgica al matrimonio y muy atrevida en sus opiniones. Buscaba la igualdad en sus relaciones con los hombres.
Una vez el presidente Kennedy dijo: “Cuando era chico tenía tres sueños: ser un héroe al estilo Lindberg, aprender a hablar chino y convertirme en miembro de la mesa redonda del hotel Algonquin”.
Le entiendo Mr President, siento la misma fascinación por este grupo de genios ; )
A esta mesa redonda solo llegaban los “elegidos”, los “exquisitos” y “privilegiados” intelectuales. Se comentaría todo con ingenio y maldad y también tendría cabida lo frívolo, un buen cotilleo nunca falta en una sobremesa.
Las tertulias comenzaban a la hora del almuerzo y se prolongaban hasta bien entrada la noche. Hablar de lo divino y de lo humano, de la cultura, política y la sociedad es mejor hacerlo con una copa de champan, un martini o jugando una partidita de póker, ¿no te parece?
Los caballeros y damas de esta corte, este “Círculo vicioso”, eran entre otros : Franklyn Adams, el escritor de moda y uno de los más importantes del momento; Robert Benchley de la revista Vanity Fair; Robert Sherwood, ganador de cuatro premios Pulitzer; el crítico de teatro Alexander Woollcott; directores de teatro como George Kaufman o la guionista y escritora Edna Ferber y Harold Ross fundador de la revista New Yorker. Más tarde se unirian al grupo otras celebridades como Harpo Marx o Douglas Fairbanks.
Salvo Edna, casi todos los integrantes del club eran hombres y ninguno podía competir con Parker.
Probablemente la revista literaria New Yorker sea la mejor del mundo. En ella han publicado casi todos los grandes autores norteamericanos. La revista nació en este hotel. Ross ganó una mano de póker y, con ese dinero , lanzó en 1.925 una publicación que, según Tom Wolfe: “Ross no quería que en la revista se publicara nada demasiado cerebral o kantiano, ni demasiado exuberante, furioso o efusivo, ni demasiado bohemio, pretencioso o serio”.
En el centro de todo, Dorothy, el nexo de unión. Por supuesto que conoció a Hemingway, Fitzgerald , Faulkner.
La reina se emborrachaba y cerraba todos los garitos y tugurios de la ciudad. La invitaban a fiestas en las mansiones de Long Island, ella detestaba a los ricos, una burguesía ociosa y corrupta que no sabía como gastarse el dinero, sin embargo no podía evitar querer rodearse de ellos, en el fondo quería pertenecer a ese mundo…la desconcertante y compleja Parker.
Cuentan que en una de estas fiestas, las que organizaba el magnate Swope, se inspiró Fitzgerald para crear los personajes de la novela El Gran Gatsby. Algunos de esos invitados habían pasado por la cama de Dorothy.
Eran los años dorados, cuando eran jóvenes, libres, hermosos y malditos : ) ; ).
Viajes a París, estancias en Montparnasse y vacaciones en la Riviera Francesa, viviendo deprisa… Mientras tanto todo a punto de evaporarse como en un sueño.